Ser mujer y ser periodista en España hoy, no es un buen negocio. Creo que nunca lo fue, aunque las mujeres de mi generación nos empeñáramos en hacer de nuestra condición y de nuestra profesión una “empresa dramática pero rentable”, como diría Laín Entralgo. Porque vivir lo es. Pero ser mujer, periodista y cincuentañera, quizá no.
No, no es un buen negocio, aunque no cambiaría ninguno de mis 55 años como mujer ni ninguno de mis 32 años como periodista. Y no han sido fáciles, ni en la faceta personal ni en la profesional. Y eso, teniendo en mi vida a unos grandes padres y al mejor de los compañeros.
No es un buen negocio ser mujer en una sociedad aún tan machista, que ve como cada día matan a sus mujeres, hijas, hermanas, madres. Es un tema preocupante que nos afecta a todos, pero al margen de las políticas gubernamentales para intentar paliar esta lacra, tan solo decir dos cosas que sí podemos hacer las propias madres y mujeres para intentar prevenir este horror de la violencia de género. Una: que nuestras hijas estudien lo máximo posible, que se formen para poder tener una profesión digna, un empleo y unos recursos económicos que les hagan independientes, para que no tengan que depender nunca de un hombre, para que el hecho de no tener recursos económicos y tener que criar a unos hijos no suponga estar ni un segundo más con una persona que las maltrata psíquica o físicamente.
Autonomía e independencia económica para no tener que aguantar a alguien que no les quiere bien. Y dos: la educación en casa a nuestros propios hijos. Educar en la igualdad y el respeto, sean hijos o hijas, sin diferencias de género. Fuera esos chistes y comentarios machistas, comentad la actualidad con vuestros hijos y dad vuestra opinión a favor de la igualdad, de la justicia, contra la xenofobia y la homofobia, porque ese poso (ese recuerda) forjará su personalidad y les quedará para siempre.

En la redacción de Diario 16 Aragón (1989). Foto: Daniel Pérez
En el terreno profesional, mi generación tuvo que aprender a conciliar, reivindicó guarderías, salarios dignos e igualdad de oportunidades para las mujeres, defendió con uñas y dientes cada uno de los días de las baja maternal y el cien por cien de su salario. Y veinticinco años después, parece haberse esfumado todo ello. Ser mujer, y además cincuentañera (la edad invisible, aunque no sé que es mejor ser visible o invisible, por lo menos si eres invisible te ignoran, si eres muy visible y destacas, te hacen la vida imposible). Qué martirio con lo de “¿piensas quedarte pronto embarazada?” o “¿estás embarazada?” o, aún más lamentable, “¿estás otra vez embarazada?” Pero ¡qué c… os importa! Mira, una ventaja de ser cincuentañera, que ya no te lo preguntan. Pero, ¿quién lucha ahora por nuestros derechos?
Ser mujer, cincuentañera y además periodista, ya es lo más. En esta profesión tan vocacional y hermosa como infravalorada, tan mal pagada, con tanto intrusismo, con tanta censura y “autocensura” (a veces si no escribes lo que quieren leer, ya no escribes más), siempre estás empezando de cero. Que estás a gusto en un periódico, que puedes escribir con cierta libertad y dignidad, pues van y lo cierran; que diriges una revista pero discrepas con el editor y quieres hacerte oír, pues van y te echan. Y si no, si logras aguantar décadas en un medio o en una institución, te topas con ese techo de cristal para las mujeres, cada vez más bajo y más bajo… ya sé por qué a los cincuenta nos duelen tanto las cervicales). De este tema ya hable en el blog (ver aquí y aquí).
Y, encima ahora, con los políticos más progres acosando a los periodistas. Y me duele, porque eso ya lo hemos vivido y porque mi generación también ha luchado mucho por la libertad de expresión y por desterrar esos “malos hábitos”. Nuestro mayor afán era ganarnos el respeto de la sociedad y nuestro mayor patrimonio, nuestra credibilidad, y eso pasaba por ser honestos y no hacer concesiones al poder, por hacer preguntas incómodas (aunque te mirasen y te contestasen mal), por desentrañar y contrastar cada noticia y no quedarnos con la versión “oficial”. Pues hasta eso parece que ahora nos quieren quitar.
Hoy, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, cuarto aniversario además de este blog, me sentía en la obligación de reflexionar sobre ser mujer, periodista y, además, cincuentañera.
Ser mujer en esta sociedad es difícil siempre. Recuerdo una entrevista de trabajo que hice hace ya algunos años, donde mi entrevistadora me preguntó directamente si tenía marido o novio (y no, no era lesbiana, solo le interesaba un posible futuro embarazo mío). Fue una situación que me dejó perpleja en aquel momento. Hay que seguir luchando para que esto mejore y las nuevas generaciones no lo tengan tan difícil. Y arriba las de cincuenta, que tenemos mucho que hacer todavía, y les guste o no, aquí estamos porque lo valemos y nos lo hemos currado Muy buen post Ana. Un besote.
Muchas gracias, Olga. Como siempre, tenemos que seguir luchando con el ejemplo para que nuestra hijas lo tengan más fácil en esta sociedad tan machista, clasista y superficial. Besos.
Gracias por los maravillosos comentarios que habéis dejado en facebook a este post. Por si los queréis leer:
https://www.facebook.com/ana.riojajimenez?fref=nf&pnref=story
Hola querida Ana, estoy de acuerdo contigo en que la base principal para evitar comportamientos inadecuados y feminicídios como dicen en Bolivia, es la familia. Una buena educación, inculcando a nuestros hijos sin diferencias de sexo los valores esenciales cambiaría la sociedad, pero hay que empezar por ahí. Y sí es cierto que las mujeres de nuestra edad estamos muy estigmatizadas, pero yo a estas alturas prefiero poner una buena sonrisa y la popa a toda vela en otra dirección. Me encanta como escribes. Un besazo
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