A ÁNGEL GUINDA, al hombre y a sus inmortales poemas.
Dos poetas han marcado mi vida como escritora: Bécquer y Ángel Guinda. Y a los dos pude reunir en mi primera novela: «Julia, rayo de luna» (Huerga y Fierro, 1997), Gustavo Adolfo como protagonista y Ángel como padrino de la obra.

Desde ayer, los dos ángeles de la verdadera poesía están juntos y eso alivia algo mi tristeza.
Ángel Guinda ha muerto, pero sus poemas viven, sus palabras son inmortales. Me lo dijo en una entrevista (Diario 16 Aragón, 28 de febrero de 1995): «El poder expresar mi vida con la palabra me acerca un poco al poder de los dioses». Los poetas son mortales pero sus versos, no.
Fotos de mi querida amiga Columna Villarroya, «hermana» de Ángel Guinda. Me uno a tu dolor y al de la familia y amigos más íntimos de Ángel Guinda.
Descansa en paz querido amigo y gran poeta.