¡Hola! La semana pasada fuimos a visitar la bodega de un amigo en Vera de Moncayo (Zaragoza), y claro, después de comer no nos podíamos marchar sin visitar el Monasterio de Veruela, recordar a Gustavo Afdolfo Bécquer y contemplar, aunque fuera desde sus faldas, esa montaña mágica llamada Moncayo. Y como ya es habitual en mí, eso de unir en mis artículos moda y cultura, o moda y ocio, o moda y viajes, pues me puse para la ocasión mi chubasquero rojo (Easy Wear de El Corte Inglés) para hacerme fotos en este hermoso lugar. Así que en el titular del post me ha salido un batiburrillo de palabras, que intentaré detallar, esperando que no me salga un post demasiado largo.

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El Moncayo y en especial el Monasterio de Veruela siempre han ejercido en mí una atracción especial. Se han cruzado una y otra vez en mi vida. En la personal, porque a mi padre y mis tíos les encantaba hacer excursiones al Moncayo con toda la familia, y mientras los chicos subían a la cima, y alguna chica también; otras, como era mi caso, nos quedábamos a sus pies, al abrigo, fabulando mil y una historias. En lo profesional, porque me ha tocado ir por trabajo mucho a esta zona, a hacer reportajes de patrimonio, de rodajes de películas, de exposiciones, incluso a cubrir las fiestas de la vendimia de Campo de Borja. Y en lo emocional, porque en Veruela se alojó Gustavo Adolfo Bécquer en diversas ocasiones para descansar y recuperar su maltrecha salud. Este lugar inspiró gran parte de sus leyendas y allí escribió sus «Cartas desde mi celda». Desde mi adolescencia, Bécquer es mi tesoro, personaje de mi primera novela «Julia, rayo de luna». (Más información aquí)

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Bueno, vamos por partes, Santa María de Veruela es el monasterio cisterciense más antiguo de Aragón. Sus fundadores, los llamados monjes blancos, acometieron desde 1145 la colonización y administración de las tierras arrebatadas a los musulmanes. El monasterio es, sencillamente, precioso, sobrecogedor. Al cruzar su recinto amurallado, te transporta a la época medieval y te invade la paz y la serenidad que imprime su hermosa arquitectura, amalgama de estilos desde el siglo XII a la actualidad, en sus impresionantes dependencias levantadas durante ocho siglos y declaradas Monumento Nacional en 1919. Restaurado minuciosamente durante las últimas décadas por la Diputación de Zaragoza en sucesivas escuelas‑taller, este Monasterio es hoy sede de numerosas manifestaciones artísticas (festivales de música, exposiciones, recitales de poesía…)

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El monasterio, a pesar de las directrices artísticas del Cister que marcan la sobriedad constructiva, tiene un aire majestuoso con aportaciones ornamentales del románico y de la tradición constructiva islámica. El claustro gótico es espectacular, con capiteles vegetales esculpidos que dan paso a las principales dependencias monacales.

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En una de ellas, en la cilla, se halla el Espacio Bécquer, que expone la estrecha relación del poeta Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano Valeriano con el Monasterio, así como detalla la influencia de Bécquer en la literatura posterior en castellano. Este espacio se completa con la visita a las habitaciones en las que se alojó el poeta y su familia, una antigua granja del siglo XVI, que con la desamortización de Mendizábal paso a ser una hospedería, en estos momentos cerrada al público porque se halla en proceso de restauración.

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Pues por estos parajes transcurrió nuestra reciente visita a este maravilloso lugar que os recomiendo vivamente. ¿Lo conocéis?