¡Hola! Cuando se van a cumplir tres semanas de confinamiento, no me pena el encierro porque ya me he acostumbrado, me duele la cifra de muertos y las tragedias que hay detrás de cada número. Lloro, rezo, confío, espero… en que esto no se alargue demasiado, en que descienda los casos y se curen todos los contagiados. Y así pasan los días, confiando y esperando, resistiendo. Cada día que me levanto, me digo: un día más… un día menos. Si es lunes o jueves, me siento frente al ordenador a publicar un cuento en este blog para mi serie «Relatos para aliviar tiempos difíciles». El resto de la semana los pienso y ordeno, los acaricio y elijo. Ellos me mantienen a flote. Besos a todos y cuidaos mucho.
Hay dos globos en mi salón
Hay dos globos en mi salón, atados a una silla con cintas de colores.
Son el reflejo de otro tiempo.
Llegaron a casa el 28 de febrero, acompañados de besos y risas, hace poco más de un mes, cuando la vida era otra.
Hay dos globos en mi salón que me hablan de los días en los que me levantaba sin miedo, porque me creía inmune a todo, dueña del mundo.
Cada mañana los miro. Están más delgados y arrugados. Si ellos resisten, resisto yo, me digo. No quiero tirarlos, pese a que son una sombra de lo que fueron. Yo, también. Me siento como ellos.
Poco a poco se van desinflando, pero los he convertido en el símbolo de todo lo que me aferra a esta vida, a la que fue mi vida y el maldito virus me quiere arrebatar: la alegría, los abrazos, el trabajo, mi querido teatro… el cumpleaños “feliz”.
Hay dos globos en mi salón que cada día que pasa están más famélicos. Hace un mes era todo tan diferente, yo era tan diferente… Pero su esencia está ahí, como la mía, confinada y en letargo.
Y seguirán ahí, acompañando mis días, porque busco en sus desvaídos brillos y colores los ecos de aquel día que llegaron a mi vida, hace tan solo un mes.
Hay dos globos en mi salón que me recuerdan cada mañana que tengo que estar encerrada para mantenerme viva, para no enfermar a los míos y cuidar de ellos, aunque mi alma se desgarra con la cifra diaria de muertos, con tanta tragedia y sufrimiento. Me puede la impotencia y la tristeza, y me sorprendo cada noche llorando y rezando al acostarme.
Los soltaré cuando nos digan que ya podemos salir de casa sin peligro, que todo, o casi todo, ha pasado. Los dejaré libres para que hagan lo que quieran. Y escribiré:
Había dos globos en mi salón, atados a una silla con cintas de colores…

Fotografía realizada el 28 de febrero de 2020
No se puede expresar mejor. A ver si cuando termine este pesadilla hemos cambiado algo, aunque por lo que ves y lees en redes, creo que no mucho……que pena de sociedad.
Besos.
Hola Olga! Creo que todos estamos cambiando un poco. Nos estamos dando cuenta de lo vulnerables que somos, de cómo te puede cambiar la vida sin tú preverlo, de nuestra impotencia y nimiedad. Cuando salgamos de esta, creo que valoraremos más lo que de verdad importa y no tanto lo material. Muchos besos.