Hoy le tocaba ordenar todos los cajones del armario del baño de su habitación, tirar los productos caducados y algunos botes que ya estaban gastados. No era una maniática del orden, al contrario, las tareas de casa le parecían una carga, pero esa fiebre que le había dado a todo el mundo por ordenar armarios se le había contagiado. El confinamiento estaba haciendo estragos. Es como si, al poner orden dentro de casa, pudiera controlar algo del caos que había ahí fuera.
Nada más lejos de la realidad. Todo escapaba a su control. Se sentía tan impotente… Cada mañana se despertaba rezando para que hubiera menos muertos o ninguno, pero las cifras eran tan crueles y el virus tan maldito. Llevaba seis semanas encerrada en casa y la realidad cada día dolía más: 396, 410, 435…
Luego estaba su trabajo, cerrado a cal y canto hasta no se sabe cuándo, ¿quizá hasta finales de año? Y sus proyectos literarios, interrumpidos.
Llegó al cajón donde estaban los pintalabios. Encima de todos ellos, aún en su pequeña caja de cartón, estaba el que había comprado hacía tan solo dos meses. Le pareció una eternidad. Recordó que fue la última salida que hizo con su amiga Teresa, y el corazón se le inundó con todas los recuerdos y sentimientos de aquella mañana.
No se había pintado los labios desde entonces.
Era un rojo precioso, a juego con un perfilador. Había leído hace años que en tiempos de crisis y de guerras, aumentaban las ventas de pintalabios rojos. Y se le llenaron los ojos de lágrimas cuando pensó que quizá nunca lo llegaría a estrenar, porque aún no sabía cuándo podría salir de casa, y cuando lo hiciera, durante meses debería llevar mascarilla.
No lo quiso condenar al confinamiento ni al olvido. Lo abrió y se perfiló y pintó los labios con ese precioso color rojo, que le recordó cómo se sentía hace dos meses: libre, contenta, afortunada, hermosa…
Su marido se sorprendió al verla.
—¡Qué guapa estás! —le dijo—. ¿Tienes alguna conexión por skipe con amigas o vas a grabar algún vídeo con tus relatos?
—No, no he quedado con nadie —le contestó—. Tan solo quería sentirme como hace dos meses, recordar lo que soy, reencontrarme con la que era. La había olvidado.
Ana, precioso!!!!
Querida Katy. Hoy, 23 de abril, festividad de San Jorge y Día del Libro, siempre ha sido un día emocionante en Zaragoza, que he pasado rodeados de libros, de amigos, firmando en el Paseo Independencia… Estoy triste, pero bueno, lo importante es salir cuando antes de esta para retomar poco a poco nuestras vidas. Muchos besos, cuídate mucho, que te quiero.
Al salir cada dia a trabajar no tengo la misma sensacion que los que desgraciadamente estáis confinados. Entiendo perfectamente que el hecho de estar en casa sin salir hace que se vayan las ganas de ponerse y verse guap@. Yo abogo por lo que ayer decían en un programa: mientras dure este confinamiento, un dia por semana hay que tener una «cita», y arreglarse y vestirse como si fueras a un restaurante. Y un labial rojo, para esas citas, no debe faltar. Un besazo y a seguir con ésto, nos esperan meses duros pero saldremos adelante.
Hola Olga! No sé que es mejor, la verdad. La sensación de impotencia al estar confinados puede con todo. Hay que hacer un esfuerzo, sí, pero es difícil arreglarse cuando no vas a ir a ningún sitio. Muchos besos.