Viernes, 28 de febrero de 2014

La noticia de la muerte de María de Ávila ha devuelto a la actualidad a una mujer que lo ha sido todo en el mundo de la danza clásica. Prima Ballerina Assoluta del Gran Teatro del Liceo de Barcelona, maestra de estrellas internacionales y directora de grandes compañías. Aunque catalana de nacimiento, vivió desde los años 50 en Zaragoza, ciudad a la que llegó por amor y en la que, con generosidad y una infinita entrega, dedicó su vida a la enseñanza para que otros triunfasen en el arduo y difícil camino de la danza.

María de Ávila ha escrito las páginas, breves pero intensas, de la historia de la danza clásica en España. Contemporánea de grandes bailarinas como Alicia Alonso, Margot Fonteyn, Rosella Hightower o Maya Plisétskaya, ha sido una maestra muy respetada por los grandes ballets de Europa y América, a los que su escuela ha nutrido de grandes figuras, porque su gran triunfo ha sido el de transmitir sus conocimientos y amor por la danza a varias generaciones de bailarines.

Maria anaFue en esta ciudad en la que su carrera trascendió los triunfos personales y alcanzó la universalidad a través de la obra realizada en la vida de unos niños y niñas, hoy estrellas internacionales que triunfan por los grandes ballets del mundo como directores, coreógrafos y bailarines. Ella, con humildad, afirmaba: “no hay nada más grande para un maestro que sus alumnos le superen”. Qué lástima que tanto talento, sacrifico y entrega no arraigara en Zaragoza, que esta ciudad los dejara marchar como ha dejado irse a tantos y tantos grandes creadores.

Tengo muchos recuerdos de María de Ávila, ahora ya para siempre guardados en mi corazón, desde las primeras entrevistas que le hice en su estudio zaragozano de Francisco de Vitoria en los años 80; a las mañanas del mes de julio de 1992, cuando me citaba muy temprano en su casa del Paseo Constitución para escribir su biografía, encargo del Gobierno de Aragón para la colección “Memorias de Aragón”.

Gracias a María de Ávila viví los mejores momentos de mi vida de periodista y, quizá por ella, me inicié como escritora. Nunca olvidaré sus palabras, la tarde en la que presentamos su libro, rodeada de sus alumnos y personas tan queridas para ella: “Gracias a Zaragoza, por haberme entregado a sus hijos, seres maravillosos para que yo los formara en el mundo de la danza. El mérito no es mío sino de ellos, de su talento”. Palabras que hablan de la grandeza de una maestra que lo primero que les decía a sus discípulos era: “Si puedes vivir sin bailar, no bailes, porque la danza te va a exigir que le entregues tu cuerpo y tu alma”.

No por esperada es menos triste la noticia de su muerte. Tenía 93 años y una vida plena, llena de amor y de danza, a la que consideraba la más bella y completa de las artes. María de Ávila fue la gran dama de la danza, musa, transmisora y embajadora de un arte que no sabe de fronteras. María de Ávila es la esencia de la danza clásica en España.


Artículo publicado hoy en la sección de Cultura de Heraldo de Aragón
El libro al que hago referencia es «María de Ávila» (1992), editado por la DGA en la Colección Memorias de Aragón.

Las fotografías, de Luis Correas, pertenecen al homenaje que el Ayuntamiento de Zaragoza y la SGAE le rindieron en 2004