Sábado, 13 de julio de 2013

Magdalena Lasala escribe con la misma pasión con la que vive, porque para ella escribir es vivir. Por ello, cuando leemos su obra, sentimos que nos entrega su vida. El viernes tuve la suerte de compartir con ella un coloquio en la FNAC de Zaragoza sobre su última novela “La casa de los dioses de alabastro” (editorial Martínez Roca) y, aunque hacía tiempo que no estábamos juntas, la sentí tan cercana, cómplice y verdadera como cuando la conocí, hace veinte años.

Considerada como una de las escritoras referentes de la literatura histórica, ha publicado más de 40 libros y es autora de una amplia obra que abarca distintos géneros y actividades: narrativa, cuento, poesía, teatro, ensayo, artículos periodísticos…Ha sido traducida al alemán, portugués, italiano y checo.

Mujer inquieta, curiosa y extremadamente sensible, ha estudiado arte dramático, música, derecho, literatura, periodismo, psicología humanística… una formación multidisciplinar que ha puesto al servicio de la literatura y que confiere a su narrativa y a su poesía una gran riqueza.

“La casa de los dioses de alabastro”, es una novela sorprendente y apasionante. Sorprendente, porque nos desvela una época poco conocida de nuestra historia: la España del Renacimiento y, concretamente, de la Zaragoza “la harta”, una ciudad a la que comparaban con Florencia, porque era rica no sólo económicamente, sino también intelectualmente. Y apasionante, porque habla de amor y de ambición, porque emociona al lector.

Es a esta ciudad a la que Magdalena Lasala rinde homenaje. “A la Zaragoza orgullosa que miraba a los ojos a los reyes y llegaba a los cielos con sus torres”. Y a esta época, “en la que los palacios y las casas señoriales se contaban por cientos”. En el corazón de esa ciudad se erige el escenario principal de la novela: la casa Zaporta y, concretamente, su patio: el Patio de Venus, hoy conocido como Patio de la Infanta, construido por amor y espejo de esplendor de la ciudad.

MagdalenawY a esa Zaragoza, a esa casa Zaporta, llega la joven Brianda en 1559, perteneciente a la saga de los Santángel, una familia judeoconversa cuyas mujeres están malditas y que soporta sobre sus hombros el peso de su nombre y belleza. Su tía Sabina reclama su presencia en la majestuosa ciudad de Zaragoza para que se convierta en la institutriz de Leonor, la enfermiza hija pequeña del matrimonio Zaporta. Allí, Brianda conocerá a su tía y a su prima, pero también a Luis, su gran amor, y a Perla, una enigmática criada morisca que custodia un secreto oculto durante años. Muy pronto, Brianda comprenderá que el destino no la ha conducido a Zaragoza para convertirse en niñera, sino para desvelar el misterio de la casa Zaporta y de todos sus habitantes…

Historia, astrología, pasión, misterio se mezclan en esta gran novela. Creencias paganas, ortodoxia cristiana, intereses económicos y políticos, visiones de un futuro incierto, todo ello culminado con el poder de una estirpe de mujeres dispuestas a morir si es necesario por todo aquello en lo que creen, por proteger a sus dioses de alabastro que se erigen recios y orgullosos en el patio de la casa Zaporta. Una historia contada a través de tres voces narrativas, fruto de 20 años de estudio del Patio de la Infanta, cuyos secretos desvela en este libro, en una mezcla perfecta de realidad y ficción.

La vida de estos personajes, su felicidad –así como el esplendor y el desarrollo de la propia Zaragoza- se ven amenazados una y otra vez por la Inquisición, a la que da alas el rey de España en sus ansias por dominar a una ciudad independiente y soberbia, culta y esplendorosa. Felipe II la odia, odia su brillo, su león…”porque Zaragoza huele a Italia y huele a pecado”. Molestan los afanes fueristas, molesta el Justicia de Aragón.

Magdalena Lasala relata a través de una historia que atrapa al lector la intolerancia social y religiosa de aquella época. Cómo, en aras de la limpieza de sangre, se da rienda suelta a la codicia y a la ambición: se arrebatan bienes, se cercena la cultura y se cumplen venganzas. “Eso es la Inquisición, dice Brianda en la novela, una forma de robar y expropiar la fortuna que envidiáis amparados por Dios”.

“La casa de los dioses de alabastro es un homenaje a la Zaragoza del Renacimiento, para que no se pierda su memoria y legado a través de sus gentes –los viejos y los nuevos cristianos, los moriscos, los mudéjares-… pero también es una novela de amor y de amantes: el amor de Sabina y Gabriel, el de Jabir y Perla, el de de Brianda y Luis; y el amor de las mujeres protagonistas de esta novela por su condición femenina.

Y esta novela es un homenaje a la mujer. En las novelas de Magdalena Lasala, los personajes femeninos son fascinantes: fuertes, ricos en matices, mujeres ninguneadas por la historia por su condición femenina a las que ella sitúa en su justo lugar, como a la propia Venus, “prohibida porque es hembra, pero es la primera mujer madre que habitó esta Zaragoza”. Para rescatarla y sublimarla se apoya en Jabir, el escultor ficticio del Patio de Venus, un elemento clave de la novela. Juntos, Magdalena Lasala y Jabir rescatan y ensalzan a través de las páginas de este libro no sólo a Venus sino al resto de mujeres que pueblan esta novela, que habitan Zaragoza –que tienen que esconder su belleza y sus libros- porque son pecado.

Jabir escribe en su libro, ese que encierra secretos, verdades y profecías, y que todos ansían tener:“Solo el amor es la auténtica filosofía que explica la vida y explica el deseo al goce de la belleza. Es el amor el destino de lo humano para alcanzar la divinidad. Es Venus hija del cielo, amante y madre la que guíe mi mano. Aquí residirá inmortal para siempre». El patio de Venus es imagen del mundo.

Magdalena13