Viernes, 14 de junio de 2013

«El agua te da todo y te lo quita todo, lo he podido apreciar en mi cámara, tiene una generosidad y una renuncia permanente. La naturaleza me ha regalado mi propia creación». De este modo habla Columna Villarroya de su exposición “Del agua”, 42 fotografías realizadas en su estudio, en blanco y negro, trabajadas en analógico, con tintas pigmentadas en papel baritado, que destacan por su virtuosismo técnico y por su gran poder evocador, con un lenguaje cercano a la abstracción. Se celebra en el Museo Camón Aznar de Zaragoza hasta el 25 de agosto,

Columna Villarroya es una gran fotógrafa, muy polifacética, que cultiva con igual éxito y pasión el retrato, el reportaje social, la fotografía de publicidad y la creación artística. Todo ello con dos notas comunes: una perfecta técnica y la búsqueda de la belleza.

Las fotografías que expone han sido realizadas, sin manipulación alguna, en la soledad del estudio, y muestran las composiciones que resultan de unir el agua, la luz y el instante captado por una mirada inquieta y un alma sensible que aguarda la sorpresa, la emoción en el revelado. La interacción de la luz con el agua, y ese instante fotográfico, único e irrepetible, da lugar a una obra llena de formas, matices, volúmenes y texturas; una obra abierta a la imaginación, sin títulos, para que los ojos del espectador completen el proceso creativo y le ponga nombre a las formas que ve: asombrosas, sorprendentes, bellas y emocionantes. Capta un instante único e irrepetible con las mil formas que hace el agua y lo convierte en eterno.

columna2La belleza generosa del agua se muestra permanentemente ante el ojo de la fotógrafa encarnando formas, volúmenes, tonalidades, texturas y ritmos. La artista intuye, pero revela y se encuentra. Encuentra algo que le sorprende más y más. Esa es la verdadera creación. Una imagen le lleva a otra ¿cómo puede parar?

Sus fotografías nos recuerdan a la propia naturaleza, a los árboles, al cosmos o, incluso, a un pez. Y también a pasajes y paisajes de nuestra vida. De repente, una fotografía se asemeja a una emoción, a un sueño, a unos versos (“Olas gigantes que os rompéis bramando / en las playas desiertas y remotas, / envuelto en la sábana de espumas, / ¡llevadme con vosotras!)…

Es propósito de la artista que el espectador defina su obra y vea en ella su mundo, como una forma de compartir el arte. De este modo, el espectador se va lleno y feliz, tras visitar la exposición

Fascinada por el agua desde niña, estas obras son fruto de la investigación de muchos años con este elemento. Inició su estudio sobre el agua a finales de los años 80 y en esta muestra presenta fotografías realizadas desde 1995 hasta 2006, una serie que tiene su origen en la colección “Agualuces” de 1989.

“El agua despliega su melodía y su ritmo, con una plasticidad que contiene la más abstracta de las formas sensibles al ojo. Proclama su poder como gesto creador de vida. Se produce una metamorfosis donde la luz alcanza la imagen fraccionada y, obligada a danzar con el agua, experimenta el encuentro con la toma fotográfica, fijada mediante los reflejos y las sombras», escribe Columna Villarroya en el catálogo de la exposición.

Teresa AnaMe ha fascinado tanto esta exposición, que la he visitado varias veces. El otro día fui con dos amigas: Teresa e Isabel y les encantó. Frente a cada una de las 42 fotografías, evocamos mil y un recuerdos y anécdotas; porque estas obras tienen el don de activar la imaginación. Aprovechamos la mañana para visitar las distintas salas del Museo Camón Aznar, un hermoso palacio renacentista que alberga numerosas joyas: una cuidada selección de pintura y escultura de los siglos XV al XVIII, diversas obras de Goya (incluidas las series de grabados), y pintura y escultura de los siglos XIX y XX. En la fotografía: Teresa y yo. Isabel, al otro lado de la cámara, durante nuestra visita al Museo.