¡Hola! Termina septiembre y el verano forma parte ya de nuestro recuerdo. Por ello, quiero evocar en este blog algunos de los días más felices del pasado mes de agosto, protagonizados por el reencuentro con mi querida María, amigas desde el colegio. Ella lleva el mar hasta en su nombre y ambas en el corazón, a pesar de haber nacido las dos tierra adentro. Ella sabe que vivir junto al mar es el mejor modo de vivir, «que la vida cerca del mar es vida», dice.
Y así, hizo también del Kribi su hogar y me acogió en su regazo para ser testigo de la belleza de los amaneceres y anocheceres en el mar, y de los destellos de su precioso velero en el Cantábrico.
Lo mejor de este viaje fue su compañía y la lección de vida de que nunca es tarde para ser feliz, que los sueños se cumplen aunque se hagan de rogar y que hay que luchar por ellos todos los días.
Dos amigas se reencontraron un mes de agosto en el Puerto de Laredo. Es cierto, la vida en el mar es más vida.